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miércoles, 26 de agosto de 2020

YO QUERÍA LA NEGRA

  Poco después de que Colmillo muriera, aquel 27 de octubre (no sé si fuera a mediados de noviembre), nos dieron a Buffy, la última cachorra de la camada que quedaba, el cachorro a quien nadie quiso.

  Ya habíamos ido a ver a todos ellos poco después de que nacieran, a principios de octubre (el día tres creo (seis años después casi no te acuerdas muy bien tampoco (aunque sí me acuerdo de la cena, de que luego hablamos con los dueños de la madre de nuestra perra en su patio interior hasta pasadas las once y de que yo trataba de hablar con mi amiga por el teléfono sobre una serie de televisión))). Buffy fue de las primeras en nacer, el 30 de septiembre, pasando las once de la noche.

  En cierto medio, fue la propia Buffy quien nos eligió a nosotros al hacerse pis sobre mi padre cuando le cogió en brazos. Era el único cachorro de la camada que estaba siempre más separada, como si, en lugar de estar esperando algo, ya supiera lo que le tocaba.

  Pero a mí me gustaba la negrita y pequeñita, que parecía necesitar mimos, que no se despegaba de su madre, que, en cierto modo, me daban ganas de cogerla en brazos. A veces me pregunto si hubiese sido mejor después de tantos bocados que me he llevado por parte de Buffy solo por querer apartarle de mi almohada.

  ¿Qué tendrá el negro? Oscuridad, incertidumbre, miedo, tristeza. ¿Y qué tendrá el verde? Naturaleza, vida, belleza, luz del alma. ¿Por qué me atrae tanto?

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